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A una semana del Grito del Bicentenario, la agenda se estremece con una explosión en la refinería de Cadereyta, Nuevo León, que en el menos grave de los casos, habla de un aspecto más del deterioro de las instituciones nacionales, en este caso, el desvencijamiento de la industria petrolera.
Días antes ya se había también teñido de sangre inocente la agenda pública con el ataque del Ejército a dos familias en los caminos de Nuevo León, con lo cual se reforzó la percepción de que las fuerzas públicas van a ciegas en la lucha contra el crimen.
Le tiran a lo que se mueve.
También se profundizaron las heridas sociales infligidas por la autoridad en este trance, todo lo cual amplió la lista de daños y costos colaterales de la estrategia gubernamental contra la inseguridad y las bandas criminales.
Por lo pronto, también a una semana de esa magna fiesta de la patria, a dos terceras partes de la población no les emociona nada (37%) o les emociona poco (30%) la celebración del bicentenario, y sólo a 29% le emociona mucho, de acuerdo con una encuesta de Reforma.
Además, más de la mitad (57%) no comparte la afirmación presidencial de que nos espera un futuro de éxito, según la encuesta de Excélsior.
Y a ello se agrega que el Presidente no llega ahora al 50% de aprobación (45.4%), conforme a la encuesta de EL UNIVERSAL, y que menos de un tercio de los ciudadanos aprueba el trabajo del Congreso, más de la mitad percibe que los legisladores no representan sus intereses, y menos del 13% sabe el nombre de sus representantes en el Legislativo, según la encuesta de Buendía & Laredo.
Políticos, a lo suyo Todos estos estudios de opinión son de esta misma semana, previa a la semana de la patria.
Y todos confluyen a la percepción de un desánimo extendido, de pesimismo en el futuro y de desapego o franco rechazo a las principales instituciones del Estado.
Adicionalmente, la debilidad creciente de las propias instituciones del Estado se reafirma diariamente en la percepción pública con las noticias que un día nos dan el recuento del crecimiento exponencial de la violencia y la muerte, y otro día nos informan que se triplicaron los secuestros, como lo documenta la cabeza principal de EL UNIVERSAL de ayer, con base en un estudio de la Cámara de Diputados.
Ante este entorno, por demás sombrío, en que todo indica que se están por perder los mexicanos de ésta y la próxima generación, nuestros actores políticos concentran todos sus recursos en ganar, pero en ganar la próxima elección.
Por eso el debate de hoy se reduce a si el Presidente se alía a los partidos que no lo reconocen, para cerrarle el paso al regreso del PRI a Los Pinos, o a si el prospecto priísta mejor posicionado descalifica tales alianzas como atentados contra la democracia y engaños al elector; o a cuestiones tan trascendentes como si se ponen de acuerdo priístas y perredistas para turnarse en la presidencia de la Cámara de Diputados.
Fiestas y encuestas Mientras tanto, a una semana del bicentenario del Grito de la Independencia, nadie ha podido colocar en el debate público un sólo balance serio que nos permita establecer las fortalezas que nos permitieron avanzar en este trayecto, al lado de las debilidades que nos anclan en una serie de rezagos que hoy por hoy parecen insuperables.
Y en más de nueve meses transcurridos del año del Bicentenario no se ha registrado una sóla idea de futuro que apunte a metas comunes y, menos aún, a elaborar fórmulas para un entendimiento nacional que nos permita acordarlas y alcanzarlas.
En su lugar, todo indica que las celebraciones del bicentenario quedarán reducidas a algunos golpes escénicos desde el Zócalo y el Palacio Nacional, en los que nuestras cabezas políticas procurarán que la exposición y la visibilidad públicas que les den las fiestas de septiembre les sumen unos puntos en las encuestas de opinión... con la vista puesta en la próxima elección.
Y USTEDES ¿PIENSAN CELEBRAR EL BICENTENARIO?
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