lunes, 20 de septiembre de 2010

Señor, ¿Me vende a su esposa?




En la Inglaterra del siglo XVII, si alguien quería divorciarse debía hacer una petición al Parlamento, lo cual implicaba un trámite muy largo y costoso que sólo se lo podían permitir los ricos y potentados, por esa razón, cuando un matrimonio fracasaba, se acostumbraba por mutuo acuerdo a vender a la cónyuge.

Vender la esposa, que empezó siendo un “ritual popular”, pasó a convertirse en una costumbre mediante la cual, un hombre entregaba a su mujer mediante un título a otro hombre, generalmente a cambio de dinero. Esta práctica se volvió común en las clases más humildes de Inglaterra.



Grabado del Siglo XVIII representando una "subasta"

Se le ponía a la mujer un ronzal o cabestro alrededor del cuello, brazos o pecho, y el marido podía subastarla públicamente, vendiéndola al mejor postor. Y aunque pareciera un ritual desagradable y humillante, se sabe ahora que la mayoría de esposas en venta estaba ahí voluntariamente.



Selling a Wife (1812–1814), de Thomas Rowlandson

Muchas veces las ventas se anunciaban con anticipación y hasta con anuncios en el periódico local. La transacción en sí, se llevaba a cabo en la plaza o mercado del pueblo a manera de subasta. Muy a menudo se daban casos de arreglos previos con alguien a quien le gustaba la mujer, y entonces la venta se convertía en un acto simbólico y de segundas nupcias. Entonces por tradición, el marido utilizaba el dinero de la venta para invitar bebidas a todos en la posada del pueblo, incluyendo a su ex esposa y su nuevo esposo.

Aunque esta transacción no tenía ninguna base legal, los jueces y magistrados de la época no creían tener la autoridad suficiente para evitarla, es más, hubo organizaciones estatales que alentaban a los maridos pobres a vender sus esposas, para así evitar que las mantengan las casas de beneficencia públicas.




En el siglo XVII, ingleses de todos los estratos llegaron a América con sus costumbres arraigadas, entre ellas ésta, y la creencia de que era válida para poner fin a un matrimonio.
En 1645, la Corte de Connecticut informó del caso de Baggett Egleston, quien recibió una multa de 20 chelines por intentar vender su esposa a un aldeano. El Boston Evening Post informó el 15 de marzo de 1736, sobre una discusión entre dos hombres y una mujer; cada uno la reclamaba como suya, aunque uno de ellos la había vendido al otro por 15 chelines. El comprador, al parecer, no había pagado la totalidad y el vendedor exigía que se la devuelva, asunto que fue resuelto gracias al aporte de dos generosos transeúntes, que pagaron el saldo al primer marido, quien de inmediato “se despidió de su ex esposa, deseándole lo mejor”.

Increíblemente estas prácticas persistieron en Inglaterra hasta comienzos del siglo XX. Según el historiador James Bryce, él mismo fue testigo de algunas ventas ocasionales hasta 1902. En 1913, una mujer declaró ante un juez de Londres, que había sido vendida a un compañero de trabajo de su marido por una libra £, siendo éste el último caso conocido de esta práctica en Inglaterra.

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